Starchild: el niño de las estrellas

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Resulta que hacia 1930, una niña encontró, dentro de una mina abandonada, dos esqueletos semienterrados. Hasta aquí no habría nada de raro, salvo que uno de los cráneos era diferente, muy distinto al de un humano. Estuvieron guardados hasta la muerte de la mujer que los descubrió, sucedida en 1990. Entonces cayeron en manos de un investigador, quien se dedicó a aplicarles las técnicas más avanzadas para descubrir a qué especie pertenecían.
Los estudios morfológicos y de ADN han dado los siguientes resultados:
- Uno de los cráneos pertenece a una mujer adulta. El otro es de morfología y origen desconocido, y no se corresponde con ningún animal ni con ninguna deformidad de las que en ocasiones presentan los humanos.
- La antigüedad aproximada es de 900 años.
- La mitad del ADN del cráneo raro es humano, mientras que la otra mitad no es de nada conocido.
- El hueso de ese cráneo es extraordinariamente duro y, tras un TAC, se descubrió que está "reforzado" con fibras que le otorgan todavía mayor dureza.
- Los ojos que se integrarían en las cuencas del cráneo, no podrían ser ni siquiera parecidos a los de un humano.

La postura en la que se encontraron ambos esqueletos (de los que sólo se conservan los cráneos), mostraba respeto o cariño de la mujer hacia el otro ser. Pero todo lo demás son conjeturas.
Otro día, si alguien lo pide, os cuento una de las teorías que se manejan.
(Este tema lo trató el programa de radio Espacio en Blanco hace poco. Os lo recomiendo, es estupendo)

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